La modelo y presentadora borraría la fama de su vida.
Ni rastros de la niña que jugaba fútbol, adoptaba comportamientos masculinos y se vestía con jeans rotos quedan en la vida actual de Sara Uribe. Un mundo fantasioso que le prometía una mejor vida para su mamá y su hermano hoy es su cárcel.
Un martes del año 2014 la joven paisa sentada en el lobbie de un hotel al norte de Bogotá leía sola y en silencio la carta que escribió para su novio de entonces Daniel Calderón, un afamado cantante de vallenato en Colombia. Nunca había estado tan desnuda, ni siquiera cuando expuso sus carnes para la revista SOHO.
A su manera Uribe le contaba a su novio lo desdichada que se sentía por su ausencia, por ver que él había caído en un mundo fantasioso en donde la rumba y las mujeres primaban por encima de su amor. Sara escribió “pasaron varias peleas, varias cagadas y sé que eres hombre, débil, y que para muchas eres un gran hombre, siempre querían separarnos, yo sentía miedo, me daba rabia cuando sentía que eran las doce, yo me volteaba y seguías hablando por celular, mandabas besos, corazones, y muchas veces alcancé a leer cuando muchas de tus amigas te decían: -¿estás enamorado?” -nah -¿te vas a casar? -Nombe tampoco pa tanto, yo sufría pero Sara siempre se hacía la fuerte. Aguanté varias cosas”.
De Daniel se enamoró cuando ella aún no alcanzaba el reconocimiento que hoy tiene. Lo recuerda como un hombre bohemio y parrandero que le tendió la mano, lo quiere entre otras cosas porque la conoce sin maquillaje, sin las medidas perfectas que en sus redes sociales aclaman, la abraza en su cansancio. A su corta edad la modelo se siente vacía, sin metas, cada mañana ve sus ojeras, y llora a menudo pensando en lo que se ha convertido, en la mujer que todos quieren tener, en una Sara que no es.
El país supo de “Sarigueya” como ella misma se hace llamar por el reality “Protagonistas de Nuestra Tele 2012” emitido por el canal RCN para Colombia, allí se mostró desparpajada, alegre, y fraguó una relación con el también participante Jhoan Álvarez. Este controvertido vínculo los llevó a la victoria, pues Sara ganó dicha versión del concurso, pero le generó enemistades con los seguidores de Maria Teresa Blanco, puesto que Jhoan era novio de la también modelo y presentadora cuando entró al reality. Sobre ese incidente no se arrepiente, lo ve como parte del juego, aunque sí pide perdón a Blanco por las circunstancias.
Siempre ha tenido una obsesión latente por la belleza, y ni siquiera porque sea su deseo más profundo. La ha visto como la manera de salir de la pobreza y las humillaciones. En las audiciones pronunció frases como “difícil cuando no tenés que comer en tu casa, me tocó ser linda, a mi Dios me dio el don, pero lastimosamente a mí me tocó meterme a un reality pa´ que me conozcan”. O en su segundo casting donde decidió interpretar a una mujer poco agraciada y aseguró“nosotras las feas nos contratan por inteligentes, más no por lo que mostramos, yo soy fea pero no soy boba”.
Sara Uribe ganó cerca de 100 millones de pesos y un carro. Cumplió los únicos sueños que había trazado: tener un colchón nuevo o por lo menos uno que no estuviera orinado, compró una casa para su mamá y estabilizó las cosas en su hogar. Quería un clóset propio y lo tuvo. Se convirtió en presentadora y llegó al canal RCN.
Siempre ha sido irreverente, al medio de comunicación colombiano arribó con lentes de contacto, el cabello rubio y vestida a su manera. Situación que incomodó a directivos del canal que la tachaban de “guisa” y al propio director del programa de variedades estilo rcn con quien tuvo varios encuentros desafortunados. A Sara la moldearon, la hicieron una muñequita con piernas deslumbrantes, con sonrisa perfecta y casi una estatua que habla para unos televidentes exigentes que piden carnes y belleza.
Aún le teme al teleprompter desde donde lee cada palabra que dice, sobretodo cuando viene un término en inglés, idioma que no domina. También la estremece el rating, pues sabe que depende de lo que ella haga cada mañana. Recientemente participó en un programa fracaso de RCN “descaradas”, donde compartió con tres presentadoras en vivo. Allí cada día se convirtió en una tortura. Pensó en renunciar desde el primer momento, pero se mantuvo hasta el final. Por su participación en el espacio deportivo femenino ganó insultos a través de las redes sociales, se deprimió, la gente la tildaba de bruta, torpe y una serie de apelativos que la desmotivaban.
Las revistas de entretenimiento señalaron que Sara pasó la carta de renuncia a Estilo RCN y no fue aceptada. Mientras tanto ella, que había optado por venirse a vivir a Bogotá en un modesto apartamento en Chapinero regresaba a su ciudad natal; cerca de su madre y hermano. La soledad la atormentaba, los días sin sus raíces amenazaban con desaparecerla.
HECHA EN LA CALLE
Medellín vio a la pequeña Sara soñar con una familia unida que difícilmente aparecería. Su padre abandonó a su mamá cuando aún era muy joven. Vivieron arrimadas en la casa de familiares, hasta que un día su hermano le pidió más comida a su tía y a su abuela y ellas respondieron de una manera equivocada humillando al niño, situación que no aguantaron, prefiriendo buscar un sitio en la comuna 12, una mesedora y colchones viejos eran su único tesoro.
Cada mañana Sara iba a la escuela, alternando sus estudios con la venta de “chucherías” y dulces en el “hueco”, como es conocido el sector de comercio en Medellín. Su madre enfermó producto de la situación que vivía con la separación y la preocupación por mantener a sus hijos. Uribe relata cómo su madre sufría de obesidad y que incluso subir a un bus era una tarea imposible.
Se echó a su familia en hombros, su cara agraciada fue tentada por un hombre que la invitó al modelaje para comerciales, pronto Sara ganó confianza en un mundo ajeno para ella, ese dinero servía para surtir las necesidades del hogar. Al terminar su bachillerato el rector de su colegio logró una beca para ella en una universidad, no duro mucho allí. La carrera que le tocó estudiar involucraba números, lo que ella quería involucraba la oratoria.
La joven convenció a su novio de entonces de ayudarla a conseguir estudiar en el Instituto Metropolitano de Educación, un lugar modesto pero donde pudo enamorarse de la Comunicación Social. Sus crónicas las encontraba en el sector, pues a pocos metros de su aula de clase se encontraban zonas de tolerancia, así que se hizo conocer de los travestis, prostitutas y drogadictos, nutriéndose de asombrosas historias.
Sara Uribe se abrió paso y sorprendió a sus maestros, uno de ellos la llevó a hacer radio, tocó puertas en todo lugar posible, nunca tuvo miedo por haber estudiado en un instituto, pero sabía de las palancas del medio. Dándose maña consiguió sus prácticas en un canal de televisión local, y aunque empezó sacando fotocopias y sirviendo sin chistar, su belleza intrigó a directivos del medio que poco a poco descubrieron un especial gusto de Uribe por la presentación.
Producto de esa belleza que pide a gritos una sociedad frágil y venida a menos, Uribe vio necesario realizarse una cirugía de senos porque según ella “los que yo tenía no cabían en las blusas y se veían mal en las fotos, me tocó operarme para seguir trabajando”.
AFERRADA A DIOS
Sara Uribe ha visto en Dios un refugio, y aunque a veces pelean mucho, según ella él le habla. Por eso se ha alejado de las rumbas y de algunas amistades, hoy solo considera a Mateo Ramírez –compañero del reality en el que participó-, Charles Zapata y a su mamá su verdadera fuerza.
Su fe es tanta que asegura que a veces las manos se le llenan de “mireya” cuando le ora a la virgen. Tanta crítica que llega a sus redes sociales la define como la carencia de Dios en esos corazones, y el incumplimiento del mandamiento “amarse los unos a los otros”.
Sara espera que su ciclo como presentadora se desgaste, “como profesional quiero retirmarme, no espero nada, matense entre ustedes, dejé un legado de paz, un mensaje a la vida, sí se puede, el mensaje va a ser: me retiré porque voy a ser feliz”.
Su espiritualidad la hace verse ahora como una persona que no aporta. “Los padres trabajan, los niños ven televisión, nosotras vamos a la televisión a trabajar, mostramos, vendemos sexo, hablamos de otras cosas, no les dejamos buen mensaje a los niños”.
Ha sido señalada de prepago, quita maridos, guisa, bruta, pero Sara Uribe ha salido bien librada, dice que el reality valió la pena porque le dio calidad de vida a su familia, solo anhela tener una finca que se llame “villa Sarita” jugar con su hermano y su perra, escuchar a su mamá, comer sopa de lentejas, trapear con fabuloso moradito y tener un pajarito que la levante todos los días.
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